El COVID-19 está teniendo un impacto sin precedentes a nivel mundial. No sólo está provocando muertes, está destruyendo los medios de subsistencia de millones de familias en el mundo, sobrecargando los sistemas de salud, y cerrando escuelas y fronteras.

La experiencia de UNICEF en las crisis humanitarias indica que los niños y niñas más vulnerables son siempre los más afectados.
El confinamiento, el cierre de escuelas y el estrés familiar y ambiental están comprometiendo el bienestar, la salud física y mental, y la protección de millones de niños y niñas. Para las familias que ya estaban en situación de pobreza, o para los niños y niñas tutelados, refugiados, y víctimas de abusos y violencia, esta crisis no hace más que multiplicar exponencialmente su sufrimiento y vulnerabilidad.
Aunque la transmisión del virus COVID-19 está empezando a reducirse en algunos países, como en España, en muchos otros lo peor está por llegar, en particular en países con sistemas de salud y de protección social tremendamente frágiles. En todos los casos las repercusiones socioeconómicas seguirán siendo duras y duraderas, y se harán notar muy pronto afectando sobre todo a los niños y niñas más vulnerables. No sólo está en peligro su seguridad y bienestar actual. Los efectos directos e indirectos de la pandemia pueden destrozar su futuro, puesto que pueden comprometer de forma irreversible su desarrollo, por falta de alimentos, asistencia sanitaria y educación, así como por un aumento de la violencia y explotación laboral y sexual.
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